domingo, 2 de septiembre de 2012

Capítulo 9- ¡Cobardes!

Mientras me besaba pensé que me había llevado a decir eso. Luego desconecté. Y así estuvimos un buen rato. Cuando por fin nos separamos me quedé mirándole sonriendo, tocando su nariz con mi nariz. Me levanté y luego le ayudé a levantarse. Me sonrió. Hice lo mismo. Me acompañó hasta el castillo. Le abracé y le di un beso en la mejilla.
Estaba completamente feliz y necesitaba contárselo a alguien. A Luara no podía (claramente, le pidió salir a Atsar) ni a Lía (demasiado cerca como para contárselo sin preguntárselo a Atsar antes) y acabé escribiéndolo en un diario. Lleno de sonrisitas y corazoncitos (quinceañera, ¿recordáis?). Más feliz imposible.
 Me tumbé en la cama a pensar. ¿Por qué se lo había dicho de repente? Quizá porque no soportaba como estábamos en ese momento. No saber que decirle, ni si hablarle o no me mataba. Llevábamos siendo amigos desde que éramos unos enanos. Y ahora salíamos. Mientras pensaba eso, recibí un mensaje por el cacharro ese. Era de Atsar. Estuvimos hablando hasta las doce, cuando le di las buenas noches con un corazoncito. Me preguntó si iba a seguir siendo tan repipi en persona. Le dije que no, que en persona le pegaría. Se rió y me dio las buenas noches. Apagué el cacharro y me acosté. Empecé a pensar (muy raro en mi) un poco en todo. Sobre todo en lo que quedaba por hacer de la muralla y al final me dormí.
A la mañana siguiente me levanté a las ocho. Me vestí y bajé al jardín a pasear bajo los árboles. Oí un ruido por detrás y me giré. La cara de Atsar acabó a pocos centímetros de la mía. Me besó y nos separamos sonriendo. Le eché el flequillo hacia atrás y él me apartó la mano, me cogió de la muñeca y atravesamos el bosque hasta llegar a la muralla. Ese mismo día acabamos todo.
Durante las semanas siguientes estuvimos haciendo cosas como esgrima y tiro con arco. Era divertido, aunque sabíamos que en medio de una batalla no lo sería. Teníamos mucho que aprender y poco tiempo. Por suerte tenía buena puntería.

Tres días para que comenzase la batalla. Se respiraba nerviosismo en el aire. La gente empezaba a pensar que era una mala idea quedarse y no huir. Pero deberian haberlo pensado antes porque en ese momento las tropas ya deberían dirigirse hacia el pueblo. Estábamos muy nerviosos todos y apenas podíamos estarnos quietos. Nos pasábamos el día peleando por cualquier cosa. Menos Atsar y yo, que pasábamos el día juntos por ahí. Se lo habíamos contado a Lía y estaba eufórica. Ella iba por ahí con sus amigas unicornias y nosotros pasábamos el día juntos. Por el bosque, completamente solos. La gente cotilleaba, pero me daba lo mismo. Estaba feliz. Más feliz de lo que me había sentido nunca. Me pasaba el día y la noche con una sonrisita en la cara.
El día diecisiete a las ocho vimos un pequeño dragón atravesar el cielo. Y de él bajó Luara.
-¡Loca! He venido en representación del resto de las islas, que son unos cobardes y no se atreven a venir a apoyaros. Así que cogí mi dragoncito, dejé una nota a mi padre y vine.
-¡Viva mi locaza!- dije yo le abracé y le dije al oido que salía con Atsar. Ella me apartó, me cogió las manos y me hizo dar saltitos. Me dijo que no estaba enfadada, más bien que estaba feliz por mi. Y empezó a entrenar con los demás.

Día dieciocho. Eran las once y media. No podía dormir. Y se ve que Atsar tampoco, porque me envió un mensaje, preguntándome que si seguía viva físicamente. Le dije que si, que seguía viva, que no podía dormir. Y oi una piedra en la ventana. Era Atsar con una lámpara de aceite. No se como acertó, mi habitación está en los pisos altos y tenía la luz apagada.
Me calcé y bajé. Fuimos a dar un paseo bajo las estrellas por el bosque. Íbamos peleándonos. Acabé subida a un árbol. Y el espectáculo que vi me dejó sin habla. Atsar me llamaba. Al ver que no respondía, se subió él también al árbol.
Por el horizonte se veía venir el ejército enemigo. Hipogrifos, el dragón plateado Silvermiste, manos blancas (hadas malvadas), un montón de ángeles oscuros y cosas así. Lo miramos unos minutos, hasta que reaccioné y bajé cogiéndome a una rama y saltando. Atsar bajó a lo seguro. Corrimos al bar del pueblo, donde estarían los mayores.
-¡Ya se ve venir al ejército!- grité yo, sin aliento. Todos los presentes me miraron, perplejos. Después se levantaron y corrieron hacia el bosque a comprobarlo. Se subieron a los árboles y lo vieron. Era una imagen espeluznante, ciertamente.
-Estamos perdidos...-dijeron algunos. Vale que hubiese mucha gente, y fuesen fuertes, pero ¿rendirse ahora?. ¡No podíamos! Y así se lo hice saber:
-!No podemos rendirnos¡ Son más de los esperados y son fuertes. !Pero nosotros también somos fuertes! ¿Todas estas semanas trabajando para nada? ¡Cobardes!
Y me fui, enfadada. Atsar me siguió. Cuando le vi llegar le sonreí.
-¿Se han creido que estoy enfadada?
-Eres única.
-Así no me aburro. Vamos, que he abandonado a Luara por ahí y mi padre no lo sabe.
Corrimos al castillo.
-¿Ángeles oscuros?- dijo mi padre, con cara de cansancio- Esto será más duro de lo que pensaba. ¿Y donde estaban?
-Lejos. Bastantes horas a caballo. Y parecía que iban a parar. Nos quieren dejar con el miedo de saber que están ahí.
-Comprendo... Esto será duro. Bueno, Atsar, quédate ya, porque para lo que queda de noche... La guerra empezará mañana, queramos o no.
Y con las palabras de mi padre resonando en mi cabeza, Atsar y yo fuimos a mi habitación. Estuvimos lo que quedaba de noche besuqueándonos. Mi padre tenía razón. La guerra empezaría al día siguiente, teníamos que estar listos para lo que nos tocase.

1 comentario:

  1. Me enamoro de Atsar,lo juro *_* ¿Se puede ser más adorable? No jajaja Dios,me encanta *_*

    ResponderEliminar

Va, comenta, que me alegras el día!